Origen

Contacto con las manos y el corazón.

Una camilla recién preparada lista para el descanso. Una invitación a relajarse, a dejarse llevar. Y el cuidado curativo de la piel puede comenzar.

La foto muestra a Elisabeth Sigmund trabajando en su «Salong för Skönhetsvard» de Estocolmo, su «salón de cuidados de belleza». Tras estudiar muchos libros sobre plantas medicinales, esas paredes fueron testigo de cómo creó su propia cosmética. En sus comienzos, Sigmund se encargaba de preparar una crema totalmente individualizada para cada cliente; más tarde, acabó creando una gama fija de productos para el cuidado de la piel. ¿Qué hacía feliz a Sigmund? Cuando veía que la piel de una cliente mejoraba realmente, las impurezas desaparecían: todo ello gracias al poder de las plantas medicinales empleadas en su cosmética. En el proceso, se dio cuenta: El contacto consciente con las manos contribuye a la calidad del tratamiento. Además, Sigmund animaba a sus clientes a pensar en cosas bellas. Una idea maravillosa, ¿verdad?